La Ilíada

Canto I y II

<< Aquí no todos los aqueos podemos ser reyes; no es un bien la soberanía de muchos... uno solo es príncipe, uno solo es rey; aquel a quien Júpiter ha dado cetro y leyes...>>

ULISES(Canto II)

El primer canto de La ilíada, contra todo pronóstico, no inicia con la desgastada frase “Había una vez”, sino que comienza la historia de distinta manera: sitúa la epopeya en el noveno año de la guerra de Troya, poco antes de finalizar.
     En las primeras páginas, podemos vislumbrar desde primera fila, las confrontaciones que surgen entre Agamenón (un personaje necio, y que evita a toda costa, abrir su mente a opiniones externas), y Aquiles (otro personaje igual de complejo, un joven valeroso que defiende sus ideales a capa y espada); a causa de las jóvenes Criseida y Briseida, prisioneras de Agamenón y Aquiles, respectivamente.
     El padre de Criseida, angustiado por el rapto, decide hacer un trato con Agamenón, suplicándole que le devuelva a su hija a cambio de las ínfulas de Apolo, a lo que éste rechaza. Abatido por la respuesta, pide ayuda a Apolo; éste accede y envía una terrible peste a las naves griegas.
     Aterrorizados con el abominable castigo, los griegos exhortan a Agamenón a entregar a la joven a su padre. Se niega rotundamente; finalmente, accede, pero como buen negociante, desea algo a cambio: la joven Briseida como premio. Aquiles se encoleriza, pero nada puede hacer, pues Agamenón al ser un rey, es superior.
      Luego de terminada la discusión, Aquiles llora su desdicha, e implora a Tetis, su madre, que pida a Zeus que restablezca su honor como el poderoso combatiente. Tetis sube hasta el Olimpo y hace su petición a Zeus, quién después de mucho pensarlo, y temeroso de la ira de Hera, acepta.
     El segundo canto da continuidad al plan que maquina Zeus para proteger a Aquiles. Zeus solicita los servicios del Sueño, para que introduzca su mensaje en la mente soñolienta de Agamenón, dicho mensaje consta de breves y concretas frases: “Arma a los melenudos aqueos, y toma Troya, la ciudad de anchas calles”, entre otras.
       Una vez que Agamenón hubo despertado, decidió consultarlo con los griegos. Éstos, ansiosos por volver a su patria, no vieron con buenos ojos la noticia, pues ya bastantes habían sido los años en los que habían combatido sin esperanza alguna.
      Sin embargo, Hera, molesta por lo que planeaban hacer, llamó a Atenea y le dijo que descendiera con los mortales, y los instara a seguir luchando.
     Atenea, sin contratiempo alguno, descendió del Olimpo para pregonar su mensaje en boca de Ulises. Atónitos con las palabras de Ulises, se olvidaron de sus temores, del ferviente deseo de retornar a su patria, y decidieron seguir luchando.
     Posteriormente, Homero enuncia a los principales combatientes de ambos bandos, los griegos y los troyanos, hace mención de su cuidad de origen, así como la cantidad de soldados que viajaban con éstos.       

En gran parte de La ilíada, podemos ver que cada vez que un personaje es mencionado, le es agregado un epíteto como: “el de pies ligeros” o “la de mejillas sonrosadas”, entre muchos más. Es como si el autor quisiera en cada momento reafirmar la condición de sus personajes, para que así tuviéramos siempre presente cómo es el personaje, qué tan distinto es de los otros; Bacca menciona: “la epopeya clásica encierra siempre un mito, aureolando personas concretas que ponen ante los ojos del griego, lo que en el alma lleva entreverado de conceptos, imágenes y anhelos” ; por citar un ejemplo, tenemos al joven Paris, un personaje “concreto” que representa en sí mismo la pasión, o Héctor, que representa en sí mismo el patriotismo; dando como consecuencia, un mito en torno a ellos, un personaje que encierra por sí mismo los anhelos del pueblo, deseando éste fervientemente ser algún día como Aquiles el divino o Ulises el ingenioso.

     Asimismo, conviene resaltar una singular característica de Homero, pues nos describe a los dioses como humanos divinizados, por así decirlo, ya que muestran éstos, vicios, virtudes y necesidades humanas como lo es el sueño o el deseo carnal; recordemos la angustia que aqueja a Zeus al no saber que hacer para proteger a Aquiles, causando un profundo insomnio en el dios. Así pues “dioses demasiado humanos”, algo esencial que nos ayuda a identificarnos con ellos.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

GARCÍA Bacca, David. Estudio preliminar, La Ilíada, Ediciones Océano-Éxito, España, 23 pp.

                                                                                                                                          CLOTO


Canto III y IV
El canto III comienza con en enfrentamiento entre los dos ejércitos. Paris, del lado de los troyanos, va hasta adelante en la batalla y Menelao al verlo tan arrogante se adelanta; Paris se da cuenta de su presencia y, asustado se mete entre el gentío de su ejército. Héctor, su hermano, se da cuenta de este acto y le dice "Eres muy bonito y mujeriego, pero inútil." a lo que su hermano le contesta "No es mi culpa ser hermoso." Y para probar su valentía reta a un combate 1 vs 1 a Menelao, para que así no muera nadie más y los directamente implicados con el conflicto (rapto de Helena) lo arreglen personalmente. El ganador se queda con Helena,  las riquezas y se acaba la guerra. Menelao, contento con la propuesta, hace traer a Príamo, rey de Troya y padre de Paris y Héctor, para que sea testigo y vea el juramento.
       Mientras tanto la diosa Iris se le presenta a Helena en la forma de su cuñada Laódice para que vaya a la muralla a ver el combate, ahí se sienta con Príamo y le explica quién es quién del ejército contrario. 
       Abajo la pelea comienza y Menelao se ve más hábil que Paris, por lo que Venus interviene a favor del troyano y lo transporta dentro de la muralla, lo arregla y le lleva a Helena; ella de echa en cara que debió de haber muerto. En el campo de batalla al haber desaparecido Paris, Menelao se declara el vencedor.


En el canto IV los dioses están reunidos y Zeus se burla de Juno y Minerva porque ellas protegen a Menelao pero a distancia y Venus ya intervino a favor de su protegido. 
    Deciden mandar a Minerva a que haga que los troyanos incumplan en pacto y, transformada en Laódaco convence a Pándaro de flechar a Menelao, que no es herido de muerte porque la misma diosa lo salva pero de todos modos llaman a Macaón para que lo cure.
    Los argivos se preparan para pelear y durante el combate hay muchas muertes de los dos bandos.