Narciso, hijo de Cefiso y de la ninfa Liríope, quien el adivino Tiresias, (según la versión de Ovidio, al ser llamado por los padres para conocer el destino de del niño), predijo que éste <<llegaría a viejo si no se veía a sí mismo>>.
Narciso crecía tan hermoso que hombres y mujeres le perseguían en busca de su amor; pero el desdeñaba a todos. Sucedió que un día, estando Narcisa de caza, le vio la ninfa Eco, se enamoró de él y lo siguió, pero nada obtuvo del gran desdeñoso.
Eco, desesperada, se retiró a las soledades del bosque y pronto se convirtió en sólo una voz que gemía. Las doncellas despreciadas por Narciso, clamaron venganza al cielo, y fueron escuchadas por Némesis (la representación de la justicia) la cual hizo que, en un día de gran calor, Narciso se inclinara sobre una fuente para aplacar su sed y viera reflejado en el agua su rostro, que halló tan hermoso que no pudo apartarse de su contemplación.
Enamorado de sí mismo, murió sin apartar los ojos de su imagen. Según una versión beocia, Narciso era un habitante de Tespis, cerca del Helicón. Era un joven de extraordinaria belleza, pero despreciaba las alegrías del amor, y no hacía el menor caso de otro joven, Aminias, que estaba enamorado de él y a quien terminó por enviar una espada.
Aminias, comprendió el significado del regalo, se suicidó traspasándose con la espada delante de la puerta de la casa donde vivía Narciso. Los dioses decidieron castigar la crueldad de Narciso haciendo que se viera reflejado en una fuente y se enamorara de sí mismo. Desesperado de su pasión, se suicidó.
En el lugar donde cayó muerto, nació una flor, el narciso. Muchos pueblos han creído que el alma humana está en su sombra y, tambien, en la imagen reflejada en el agua o en un espejo. Frazer (1854-1941) nos cuenta que en una isla de Melanesia hay una laguna <<donde si uno mira, muere; el espíritu maligno se apodera de su vida por medio de su reflejo en el agua>>.
Los griegos consideraban como presagio de muerte que una persona soñase que se veía reflejada en el agua; temían que los espíritus de las aguas pudieran arrastrar la imagen reflejada de la persona o alma bajo el agua, dejándola así dispuesta a morir.
Éste debió ser posiblemente el origen de la leyenda del bello Narciso, quien languideció hasta morir al ver su imagen reflejada en la fuente.
CLOTO
BIBLIOGRAFÍA
BARTRA, Agustí. (1982). Diccionario de Mitología. Grijalbo: Barcelona.
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