El canto de las Musas encerraba toda la belleza y toda la sabiduría del Universo, pero hubo un mortal que con su lira fue capaz de producir una música tan bella y tan poderosa como dicho canto. Ese mortal se llamaba Orfeo.
Las bestias más salvajes se apaciguaban al escuchar su lira. Los árboles y las rocas se movían como si estuvieran bailando, las olas del mar corrían en dirección contraria, e incluso el fuego formaba bellas y caprichosas figuras ante los mágicos acordes.
Orfeo se casó con la ninfa Eurídice, de quien estaba profundamente enamorado. Pero apenas habían pasado unas cuantas semanas del matrimonio cuando ella fue mordida por una serpiente y pronto murió, sin haber podido despedirse de su amado.
Orfeo entristeció profundamente. Abandonó todas sus pertenencias y se internó en el bosque con la única compañía de su lira. Se pasaba el día y la noche enteros tocando. Los animales y las ninfas, los sátiros, los dioses e incluso los centauros, comenzaron a llorar en cuanto aquellas tristísimas notas llegaban a sus oídos.
Así pasó algún tiempo, Orfeo estaba fuera de sí de tanta tristeza. Por fin, una noche le vino a la mente de la idea de bajar hasta el Mundo de los Muertos, en busca de Eurídice.
Tal vez ahí podría encontrarla, tal vez, incluso, podría lograr que Hades les permitiera regresar juntos a la Tierra. Sin más preparativos se encaminó hacia una gruta que tenía fama de conducir directamente al inframundo. Entró en ella; ante la música de su lira, los senderos subterráneos parecieron iluminarse y volverse más amplios. No fue muy largo el camino hasta la orilla del río Aqueronte, que separa el mundo de los vivos del de los muertos.
En un punto de aquella ribera se localizaba un embarcadero; desde ahí las sombras de los muertos debían llamar a Caronte, el barquero, haciendo sonar un gran cuerno. Orfeo no lo hizo, en cambio, siguió tocando y tocando su instrumento. Caronte respondió a tan irresistible llamado. Era un viejo decrépito y mal vestido que gobernaba una ruinosa embarcación.
El trabajo de Caronte consistía en transportar las sombras de los muertos de un extremo al otro lado del río; por ello exigía recibir una moneda como pago; sin embargo, aceptó llevar a Orfeo gratuitamente, con tal de que éste no dejara de tocar durante el viaje.
Ya en la otra orilla, Orfeo dejó de tocar. Una multitud de sombras lo rodearon. Se encontraban muy excitadas, pues ningún ser vivo había penetrado nunca hasta aquellas profundidades.
Entre las sombras, Orfeo reconoció las figuras de algunos reyes y héroes de los que había oído hablar, pero que habían muerto hacía mucho. Las sombras, por su parte, se arremolinaban a su alrededor haciéndole preguntas acerca de la Tierra y pidiéndole algo de sangre para alimentarse. Él se perdió entre ellas en busca de su amada.
Finalmente, la vio a lo lejos; se encontraba llorando bajo el tronco retorcido de un árbol. Orfeo comenzó a tocar de nuevo. Eurídice y Orfeo se presentaron frente al trono de Hades. A un lado de éste, se hallaba sentada Perséfone, la joven diosa que hacía tiempo que él raptara y con la cual ahora estaba casado; ambos regían el Mundo de los Muertos.
Orfeo suplicó que se le permitiera regresar junto con Eurídice al mundo de los vivos; tocó la lira y entonó cantos sentimentales. Los dioses se conmovieron y finalmente otorgaron su consentimiento.
- Regresen juntos hasta la luz del día- dijo Hades-. Pero, ten mucho cuidado, Orfeo, de no mirar el rostro de tu esposa sino hasta que se encuentren de nuevo al aire libre. Si lo haces, la perderás para siempre.
Orfeo agradeció la bondad de los dioses, y desde ese momento evitó mirar a Eurídice; inmediatamente los esposos iniciaron el ascenso hacia la Tierra. Iban tomados de la mano; Orfeo caminaba delante y Eurídice lo seguía.
Cruzaron el Aqueronte en sentido opuesto al de todos los pasajeros de Caronte. Para iluminar el camino, él portaba una antorcha encendida. El trayecto fue difícil y agotador, pero finalmente vieron la luz del día. Se sintieron muy felices y apresuraron el paso.
Cuando se encontraban a punto de salir a la superficie, Eurídice tropezó con una piedra y cayó al suelo. Orfeo volteó para ayudarle y accidentalmente la miró a los ojos. En ese momento ella se desvaneció para regresar al reino de Hades… Nunca más volvieron a encontrarse.
CLOTO
BIBLIOGRAFÍA.
TRUJILLO, F. (2000) Mitología fantástica para niños. Selector: México.
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